JÓ, QUE BICHOS!

Los parásitos son organismos verdaderamente indeseables y pueden ser muy repugnantes. Existen miles y miles de especies diferentes y de diversos tamaños, pero os voy a hablar de uno de pequeño tamaño que tiene una estrategia parasitaria bastante peculiar y asombrosa, el llamado “gusano africano del ojo”.
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El nombre científico de este parásito es Loa loa, y pertenece al grupo de los nematodos, los gusanos en forma de hilo. Es una especie que vive en África principalmente, de donde es nativa, aunque los flujos migratorios actuales han permitido que se detecten casos en otras regiones de todo el mundo. Los individuos adultos pueden alcanzar unos 7 cm de longitud y 0,5 mm de diámetro, y como ocurre en muchos de estos parásitos, las hembras son mucho más grandes que los machos.
Los agentes transmisores de este gusano son los tábanos, unas moscas muy comunes en muchas regiones tropicales. Estos gusanos se alojan en las trompas succionadoras, de manera que cuando pican no solo succionan la sangre, sino que inoculan las larvas de Loa loa bajo la piel. Una vez alojada en el tejido subcutáneo, la larva comienza a alimentarse y a crecer muy lentamente de manera asintomática para el huesped, hasta convertirse en un individuo adulto en un proceso que puede tardar incluso años. Cuando el gusano está listo, comienza a moverse rápidamente por los tejidos del cuerpo, y si se encuentra con otro del otro sexo, copulan y liberan nuevas larvas llamadas microfilarias al torrente sanguíneo, el cual las lleva por todo el cuerpo. Una cosa muy curiosa es que estas larvas se distribuyen de acuerdo al horario, por ejemplo, durante el día circulan libremente en la sangre y durante la noche, se alojan en los pulmones. Al ser los tábanos vectores de actividad diurna, es por el día cuando pican a la persona infectada, justamente cuando el parásito está en su fase circulatoria, por lo que adquieren las larvas con la sangre y las transmiten nuevamente, cerrando así el ciclo. Este parásito en su fase adulta se mueve con suma facilidad por el interior de los tejidos blandos de todo el organismo, por lo que puede alojarse en lugares tan diversos como el corazón, los testículos o la vagina, el cerebro y en el lugar más visible y que le da su nombre vulgar, en el ojo. Todos estos movimientos pueden ser completamente indoloros, aunque en muchos casos provocan algún escozor y en ocasiones dolor en caso de localizarse en una zona sensible, donde puede provocar inflamación y fiebre.
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Otra relación interespecífica es el parasitismo que provoca la duela con el pescado. Éstas son larvas que, para desarrollarse por completo, deben introducirse en el organismo de un ave y para ello se introducen en el organismo de los peces, controlan su cuerpo y hacen que las aves se los coman, prácticamente provocando el suicidio del pez. El pez, controlado por el parásito como si fuera un zombie, nada hasta la superficie para que el ave lo atrape y así, finalmente, entrar al organismo del ave.

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