LA IMPORTANCIA GENÉTICA DEL FÚTBOL -Efl



Nuestro mundo está lleno de gente. De las especies vivas, somos una entre las más extendidas. Ratas, moscas, cucarachas y humanos atiborramos el planeta. Ocupamos cualquier ecosistema. Y todos los humanos, de una u otra forma, tenemos que ver con el fútbol. Para amarlo o para odiarlo, porque está grabado en los genes como una manifestación de nuestros instintos básicos




Tal vez seas uno de los que no están interesados en ver este gran espectáculo deportivo o ni siquiera jugar a este deporte o, porque pienses que es solamente una distracción de los problemas actuales de la humanidad o una pérdida de tiempo, o porque creas que es nada mas un negocio de grandes proporciones y que no va a dejar nada positivo a la sociedad. Pero esto no es así.



A lo largo de miles de años, y mientras las mujeres se quedaban en las cuevas o en las chozas asegurando el fuego, recolectando las frutas, aprendiendo a cultivar los granos o cuidando los mansos animales que garantizaban la obtención de la comida necesaria para que las crías tuvieran el suficiente alimento para sobrevivir, los hombres salían para hacer sus largos recorridos que garantizaban mas la seguridad del territorio que la obtención de las piezas de caza, probablemente insuficientes para dar las proteínas necesarias a la tribu, pero resguardando de los depredadores, tanto animales como humanos, el espacio necesario para que los clanes pudieran florecer y desarrollarse. Y como siempre, los más aptos eran los que sobrevivían a las constantes batallas y generaban los descendientes que nos hicieron lo que ahora somos: los más veloces, los más capaces de distinguir entre los peligros y los más hábiles para derrotar a los enemigos de todo tipo contra los que se enfrentaban. Quedaban vivos sólo aquellos que tenían los instintos refinados para el combate. Y estos instintos, fijos pero inconscientes, siguen vivos en nuestro interior y exigen su ejercicio constante.

El fútbol tiene tantos seguidores porque mueve lo más profundo de la personalidad humana. Es una herencia que, con la apariencia de un juego, canaliza nuestros instintos cazadores, que además sirven para marcar el territorio y para defenderlo. De ahí que es un juego de dominio del espacio contra la tribu rival, contra el único depredador que ahora tenemos, y que activa las emociones más primitivas siempre necesarias para la supervivencia de la especie. 

Pero ahora y con el avance de la humanidad, ¿tiene el fútbol importancia social? Efectivamente, el fútbol descarga, de una manera intensa y sin muchos riesgos para el colectivo social, las tensiones agresivas de los seres humanos. Después de un juego en el que gane el equipo con el cual nos identificamos, porque representa a nuestro clan de pertenencia, la agresividad queda satisfecha y las personas, por el proceso de identificación, se sienten liberadas de tensiones acumuladas durante mucho tiempo. Es decir, que la catarsis que genera el juego libera a la sociedad de una parte de la tensión agresiva acumulada y hay, por un breve espacio de tiempo, menos destrucción en la comunidad que vivió el juego. Y aún cuando el partido se pierda, la expectativa social sigue viva y concentra el deseo de venganza no sobre una persona, sino contra el otro equipo, contra el clan simbólico que ganó, esperando la revancha. Es decir, que después de un partido, independientemente del resultado, el beneficio social es evidente en términos de descarga de agresividad no destructiva.

La vida del derbi

Es posible que en un evento mundial de fútbol en el que la descarga del instinto agresivo se está sublimando, los problemas más urgentes disminuyen su importancia y baja su clasificación en la escala de preocupaciones, pero al terminarse vuelven a tomar su lugar y se sigue en la lucha para resolverlos. Pero queda viva la percepción de pertenencia al clan, al territorio, a la nación y este sentido de identidad deja nuevas fuerzas para continuar la lucha en la defensa de sus valores arcaicos, sean estos cuales fueren. No creo que aún haya dudas de su importancia social para nuestra globalizada humanidad.




Emilio Fernández Lavado

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