En muchas especies el macho poseen algunas características externas que hacen que sean más atractivos para las hembras, y que en ocasiones llegan a desarrollar unos atributos grotescos para llamar aun más su atención. Pero en muchas ocasiones los animales no escogen a su pareja por su físico, sino por ciertas características que no se ven a simple vista y que son un indicador más fiable de la calidad genética que la apariencia externa.
En la mayoría de los vertebrados hay un grupo de genes que está relacionado con la atracción sexual, el MHC (major histocompatibility complex, o complejo mayor de histocompatibilidad en castellano). El MHC es un grupo de genes que contiene la información necesaria para la formación de ciertas proteínas relacionadas con la respuesta inmune.
Este grupo de genes son codominantes. . Esto tiene una gran importancia para el MHC, ya que cuantas más variantes de este grupo de genes tenga un individuo, será capaz de crear una mayor variedad de anticuerpos, por lo que estará protegido contra más infecciones o parásitos.
Según se ha demostrado experimentalmente, las hembras eligen con más frecuencia a aquellos machos que tienen un MHC distinto al suyo, de forma que la futura descendencia de ambos tendría una mayor variedad de alelos y podría formar una mayor variedad de anticuerpos. Por el contrario suelen rechazar a los machos que tengan su mismo MHC ya que su descendencia sería menos variable. Esto a su vez es un buen mecanismo para evitar la endogamia, ya que evitaría aparearse con sus parientes con los que evidentemente compartirían muchos genes.
¿Pero como puede saber una hembra cual es el MHC de un macho? Según varios trabajos publicados, el MHC además de codificar para proteínas relacionadas con la respuesta inmune codifica para otras proteínas relacionadas con el olor individual, de forma que a una hembra con un MHC de tipo A le resultará más atractivo un macho con un MHC de tipo B. En un experimento realizado con espinosos (Gasterosteus aculeatus) se demostró que las hembras preferían a aquellos machos que tenían una mayor variedad de genes para el MHC frente a los que eran poco variables. Este efecto del MHC sobre la selección de pareja se ha comprobado para otras muchas especies de grupos muy diversos como en anfibios, las aves o los mamíferos.
Quizas nos pueda parecer que a nosotros, los seres humanos, esto no nos afecta, y que somos lo suficientemente racionales como para basar nuestras elecciones en el efecto que tienen unas cuantas moléculas en nuestra nariz. Pero lo cierto es que al igual que en los peces, las ranas y los ratones, el MHC influye, y mucho, en nuestra elección de pareja. Tal y como comprobaron Wekedin y Füri en un estudio publicado en 1997, y muchos otros investigadores corroboraron en años posteriores (Roberts et al. 2005, Marck 2006, y otros), nuestras elecciones tienen mucho que ver con reacciones químicas que no podemos controlar. Al fin y al cabo, y por mucho que les pese a algunos, nuestros comportamientos siguen patrones muy parecidos a las de las moscas o los peces. En otras palabras, todos nosotros somos esclavos de nuestro pasado evolutivo.
Ya había leído algo al respecto, pero no por eso deja de parecerme asombroso. La diversidad empuja a nuestras elecciones hasta guiarlas por el camino de la inconsciencia... quizás a los chicos les resultara más fácil encontrar pareja si dejaran de usar colonia... Muy bueno Montse
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